Después de varias semanas en dique seco vuelvo a daros la chapa con las recetas. Al menos eso intento, que la cosa va más lenta de lo que quisiera :-). Os agradezco mucho a todos los que os habéis interesado por mí, dadme un poquito de tiempo para que os vaya contestando a todos personalmente y ayudándoos a los que me habéis dejado vuestras dudas.
Hoy os traigo una modalidad de pan chino que no había tenido ocasión de probar con anterioridad. Y eso que, bajo el nombre de hanamaki, he descubierto que hay infinidad de preparaciones. No sé exactamente cual es la procedencia de esta denominación ni si tiene nada que ver con la ciudad japonesa del mismo nombre. Tampoco he sido capaz de averiguar demasiado acerca de su origen, pero el término, en lo que a la cocina se refiere, suele ir asociado en Japón a cierto tipo de rollitos de sushi con formas muy atractivas, normalmente representando flores con los ingredientes de su interior (Hana-Maki creo se podría traducir como flor-rollito, pero la verdad es que soy una absoluta ignorante de esta cocina) y a una infinita variedad de panecillos, en China, cuyo común denominador parece ser el hecho de formar figuras vistosas, bien sea simplemente solapando capas de masa o enrollándolas mediante distintas formas de torsión, seguramente intentando emular también la belleza de las flores, pero cuya característica predominante es la formación de capas. Como con los hojaldrados.
Los panecillos hanamaki son dulzones, a pesar de utilizar ingredientes salados, como el pan chino frito (Man tou) que conocemos de los restaurants. Con la diferencia que los primeros se presentan siempre cocidos al vapor mientras que los segundos pueden servirse fritos, sobre todo en los puestos callejeros de las provincias del sur de China (y en nuestros restaurants chinos, claro). La cocción tradicional al vapor le da un acabado exterior algo gomoso, elástico, sin embargo, poseen una textura muy suave, satinada y delicada (la madera de bambú tiene mucho que ver y luego os lo muestro). Os acordareis de lo que os conté en aquella entrada acerca de la importancia del aspecto y color de estos panecillos y su vinculación directa con el estatus social. Cuanto más perfecto y blanco era el panecillo más valor tenía, pues significaba que se habían utilizado harinas blancas, refinadas y, por tanto, caras.
Los Hanamaki chinos suelen venir rellenos de ingredientes como hortalizas, verduras y/o carnes o una mezcla de todos ellos (no sé si se utilizan también pescados, no he visto ninguno, pero este punto lo desconozco). También los he visto usando estos ingredientes solo para dar color o sabor a la propia masa, triturándolos previamente, consiguiendo un panecillo de textura muy lisa y refinada pero con un juego de colores y sabores muy llamativo. Algo que parece esencial en este tipo de preparados. He probado unos de calabaza que no solo son una preciosidad para la vista sino que también tienen un sabor espectacular. Ya os los traeré en otra ocasión porque además se forman de manera diferente y resulta un preparado muy interesante.
El por qué se llaman igual dos preparados distintos (sushi y panecillo), que además son de dos países diferentes, lo desconozco. Tampoco sé si la palabra significa literalmente lo mismo en las dos culturas. Aunque tampoco me extraña que así sea ya que, a veces, los vecinos se parecen más de lo que seguramente desearían. Y si no acordaos del popular gatito de la suerte, conocido como Zhao Cai Mao en China, pero que en realidad es un símbolo de fortuna que pertenece a la cultura japonesa bajo el nombre de Maneki Neko. Que por cierto, aunque lo parezca no saluda con la manita, sino que te llama para que te acerques. Al menos así hizo con un caballero japonés (guerrero o cazador según qué versiones) al que libró de que le partiera un rayo. O eso dice la leyenda :-) Bueno, pues si alguien sabe por qué comparten nombre estos dos preparados, y le apetece ilustrarme un poquito, le estaré muy agradecida.
Como ya habreis visto en las fotos, he entrado un poco en la acertada dinámica de los restaurants chinos establecidos en nuestro país, adaptando la receta a los gustos occidentales. Después de elaborar los hanamaki de la manera tradicional, he cocido la mitad al vapor, que es lo suyo, y he reservado la otra para cocer al horno, método que a nosotros nos es más familiar al hablar de pan. Os cuento como han quedado ambas versiones y compartiré con vosotros mis impresiones.