Os he comentado muchas veces que la cocina tradicional catalana se caracteriza por varios factores que la hacen peculiar en el marco de la cocina occidental, como por ejemplo que no distingue el dulce exclusivamente para los postres, es decir, durante siglos se ha combinado el dulce con el salado como plato principal. Normalmente con frutas o directamente con miel, azúcar, chocolate o especias, como la canela, que en otras cocinas están vinculadas únicamente a los postres. Seguro que todos conocéis L'ànec amb peres (pato con peras), el conill amb xocolata (conejo con chocolate), el llenguado a la taronja (lenguado a la naranja) o el pollastre a la canyella (pollo a la canela), por poneros los primeros ejemplos que me han venido a la mente de los muchos que podrían citarse. Y lo hace con la misma naturalidad que combina vinagres blancos y azúcar en sus salsas, o carnes y pescados en el mismo preparado. Existe una extensísima variedad de platos conocidos como "mar i muntanya" (mar y montaña) y que de bien seguro también conocéis.
Sin embargo otro hecho peculiar, que puede sorprender por ser quizás menos conocido, es que no tiene platos de fiesta como tal. No hay una preparación que se dedique única y exclusivamente a los días de celebración o fiesta, sino que los propios platos de diario se visten de gala, bien sea para un domingo, una celebración con la familia o los amigos o para una fecha señalada. Ejemplo de lo que os cuento, pero que podéis extrapolar a cualquier preparado, es el brou, el bullit o escudela i carn d'olla, que siendo el plato de diario por excelencia se traslada a las mesas de Navidad, con ingredientes más caros, selectos y/o abundantes, convirtiéndose así en el plato estrella de las fiestas. Es por esta razón que hay que distinguir entre las escudelles, bullits o brous de diario y la que se sirve para celebrar la diada de Nadal (día de Navidad). Éste, el brou de Nadal (caldo de Navidad) os lo traeré otro día porque realmente merece capítulo aparte.

En nuestra gastronomía es uno de los platos más antiguos y de más tradición (que ha pasado por altibajos en la historia, pero que os comentaré en una próxima entrada cuando os hable de l'escudella barrejada), en el que se utilizan poca cantidad de ingredientes, aunque muy diferentes, sin que ninguno de ellos predomine en el resultado final, pero teniendo todos gran importancia. A diferencia del Pot-au-feu francés, en el que además de incorporar carne de buey solo se aprovecha la carne y los vegetales, nuestro caldo es usado para servir una sopa gustosa y reconstituyente, normalmente con fideos gruesos, a la que le sigue "el bullit" (o "la carn de l'olla bullida" dicho coloquialmente carn d'olla), todo el surtido de carnes y hortalizas que, aliñadas con aceite de oliva de las propias comarcas (aunque hoy en día haya que precisar que sea virgen y extra), se sirven como segundo plato. Cierto es que se ha ido modernizando con la incorporación de patatas y en muchos casos judías, productos que proceden de ultramar, pero en esencia se ha practicado durante siglos de la misma manera. La estrella invitada a este festín se llama pilota, que se realiza con carne picada, normalmente mezcla de ternera y cerdo, con huevo, ajo, perejil sal y pimienta. Se le da forma ovalada o alargada y se pone a hervir unos minutos antes de que termine la cocción del caldo. La pilota se sirve junto al resto de viandas y se corta en rodajas gruesas al momento de repartirla entre los comensales.

El que os traigo hoy es un brou i carn d'olla de a diario. El que se cocina al menos una vez por semana, sobre todo en invierno. Os confieso que en mi casa es un plato que no perdonamos ni en verano, donde se hace con menor asiduidad, pero se hace al menos cada 15 días. Esto ahora, en una época donde el concepto de alimentación es distinto al de nuestros abuelos. Y si pensáis que una vez por semana o tomarlo en verano es exagerado, mi padre me ha comentado alguna vez que en su casa, en Barcelona, cuando era pequeño, cada día de la semana se preparaba sopa de gallina de primero y algo de carne o de pescado de segundo, dejando las verduras hervidas y una tortilla a la francesa para las cenas. Cada día del mundo excepto los domingos que era fiesta. Y no era un hecho aislado, muy al contrario, era la tónica sobre todo en el mundo rural y que mi abuela paterna, que provenía de la Cerdanya, había trasladado a las costumbres de su hogar. De hecho el propio Josep Pla, en un artículo que escribe sobre la Carn d'olla dice (os traduzco literalmente):
"Yo la he comido desde la infancia, y, por tanto, he sido criado en la cocina tradicional. Entonces, l'escudella i carn d'olla se comía seis días de la semana, i el domingo se reposaba, con el arroz dominical."
En el libro de l'Assumpta Miralpeix, "Aquí hi ha teca" (es una expresión que indica que "aquí hay tela marinera" pero en el sentido gastronómico, teca, manduca etc, y también, en este caso, en el sentido histórico puesto que aborda el libro desde esa perspectiva), también se habla de esta tradición catalana, y dice (traduzco literalmente): "En muchas casas, principalmente rurales, l'escudella se comía cada día. Más adelante la costumbre varió un poco i, si bien se continuaba comiendo cada día, los domingos se hacía arròs a la cassola (arroz a la cazuela)". Por otros libros que he consultado puede afirmarse que esta tradición se habría mantenido desde la edad media hasta la última guerra civil española. Y os hablo de la edad media porque los recetarios catalanes más antiguos hallados son de esa época, lo que tampoco implica forzosamente que no pueda ser anterior, simplemente en la actualidad no hay o no se conoce constancia escrita.
Estoy convencida que en todas partes hay un caldo, sopa o cocido típico donde se emplean los ingredientes propios de la zona o de la temporada, así que el Bullit, Brou o caldo i carn d'olla que os traigo, típico en Catalunya, no os va a resultar muy diferente o ajeno al que hacéis vosotros en vuestras casas. A pesar de que cada uno tenga sus propias peculiaridades y que eso, en cierto modo, también los hace diferentes. Estaba pensando, mientras escribía esto y perdonadme el paréntesis y que me extienda tanto, que muy posiblemente en lugares muy cálidos o tropicales no se den este tipo de platos, que más parecen tener la función de entonar el cuerpo ante el frío, pero enseguida me ha venido a la mente que en el libro "El gust d'un poble: els plats més famosos de la cuina catalana" (el gusto de un pueblo: los platos más famosos de la cocina catalana) de Jaume Fàbrega, en un capítulo que el autor dedica a la herencia gastronómica que los colonos catalanes dejaron en Cuba, se menciona que muchas familias aún conservan la tradición de una sopa a la que llaman escudilla. También es verdad y reconocido por el propio autor, que ya no solo los pocos vestigios de la cocina catalana, sino la propia cocina criolla, ha ido desapareciendo por la falta de una agricultura tradicional y el libre mercado, por la limitación de los ingredientes de racionamiento y que obtiene con muchísima dificultad, condiciones nada propicias ya no para la evolución y continuidad natural de recetas tradicionales sino para la propia alimentación básica. Pero sin ir tan lejos, la propia Sunia me ha hablado alguna vez del ajiaco cubano, una sopa que se prepara con vegetales como la yuca, la calabaza ...y un poco de esto y otro poco de aquello... Como os decía, estoy convencida que todas las cocinas tienen un preparado similar, porque desde que se inventó la primera marmita seguro que la tentación de combinar ingredientes en un caldo caliente es inherente a la naturaleza humana.